lunes, 24 de febrero de 2014

INSOLENCIA

Fotografía: Fran Gala @erfran72


¡Saludos, pupiler@s! 
Esta semana continuamos con una serie de colaboraciones de otros escritores diferentes de Rosa Muro (@pink_wall), nuestra creadora de relatos habitual. Esta vez le hemos brindado una de las fotografías de Fran Gala a su tocayo Francisco Javier Muñoz para que diera rienda suelta a su imaginación. Esperamos que el resultado os guste tanto como a nosotros. ¡Gracias Javi! Esperamos que disfrutéis de su habilidad contando historias y de su frescura. Si os quedáis con ganas de más podéis leerle en lamenagerieintime.com.



Antes de llegar a casa me di un último paseo por la ciudad.

Afortunadamente no coincidí con muchas personas y llegué hasta el solitario banco donde, unos meses antes, había visto aquel cuerpo. Era un muerto insolente, deseoso de transmitir con su semblante una tranquilidad que en ningún modo le pertenecía. Por eso me cayó mal aquel muerto y por eso me alegré de no haberlo conocido en vida, porque rapaces arrogantes como él, incluso después de muertos, es lo que sobra. Quién puede compadecer a un muerto que pretende engañar con esa cara tranquila. Yo al menos lo odié en cierto modo, en la medida en que se puede odiar a un cadáver, y decidí no moverlo de ese banco; dejar que su rostro azul siguiera intentando esconderse entre sus antebrazos, con los pies colgándole a escasos centímetros del suelo.

Lo abandoné, si es que es posible abandonar a un muerto, y en los quince minutos de camino que me llevaron de vuelta al casa traté de olvidarlo; en ningún momento lo toqué, ni me acerqué demasiado; al abandonarlo con tal indulgencia sentí que me sería fácil olvidarlo, y así lo hice.

Miré, digo, el banco, lo vulgar que era, la mediocre elección del hombre que decidió dejarse caer, allí, para morir. Me alegré de no haber corrido su misma suerte y de que aún me quedasen tres o cuatro años de verdadera vida por delante. También me acució, en cierta manera, el saber que no hay tiempo que perder y todas esas jodidas leyes macabras a pesar de que nunca he sido un existencialista ni he querido exprimir el tiempo con ansiedad; contrariamente, siempre he sido partidario de una cierta placidez.

Lo único que estaba claro es que no me quedaba ni un segundo más allí, así que hice las maletas, me metí en el coche y me fui sin decir nada, pensando en lo catastrófico. 

Texto: Francisco Javier Muñoz 



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