lunes, 23 de diciembre de 2013

CELEBRAD LA VIDA

El equipo de La Pupila Imantada


Ya lo dice el refrán. Que es de bien nacido ser agradecido. Y los integrantes de La Pupila Imantada sólo podemos dar las GRACIAS, en mayúsculas, a todos nuestros lectores y seguidores. Gracias por animarnos en los comienzos, que siempre son inciertos. Gracias por estar ahí, semana tras semana, brindándonos la dosis de ilusión necesaria para continuar adelante con esta aventura. 

La Pupila se ha convertido en parte de nuestras vidas. Cuando tomamos una fotografía pensamos inevitablemente: -¿La guardamos para el blog? ¿Tiene una buena historia?-. Y así pasamos el tiempo, entre imágenes y letras, intentando acercaros  nuevos mundos, nuevos personajes, nuevos sueños.

Vuestro reconocimiento es el mejor regalo. Disfrutad de las fiestas, pupiler@s. Si creéis en la Navidad, hacedle los honores. Si renegáis de ella, celebrad la vida.

Nuestros mejores deseos para tod@s.


¡FELICES FIESTAS! ¡FELIZ 2014!


Nos vemos y leemos el año que viene. ¡Sed felices!


Rosa Muro (@pink_wall) y Fran Gala (@erfran72)


lunes, 16 de diciembre de 2013

LA LUCHA

Fotografía: Fran Gala @erfran72




Echó un último vistazo a su alrededor antes de salir. Los pocos muebles que había podido salvar permanecían ocultos bajo viejas sábanas para protegerlos del polvo. Las persianas cerradas apenas dejaban adivinar pequeños puntos de luz que se reflejaban en sus pupilas humedecidas. Aun así sonrió pensando que entre aquellas cuatro paredes su familia había sido feliz.

Deslizó los dedos suavemente por las muescas que su marido había tallado en el marco de la puerta del salón. Cada una de ellas correspondía a un año de vida de sus hijos. Aquella casa los había visto crecer, reír, aprender, ilusionarse. Aquellos que la habitasen a partir de entonces iban a ser dichosos a la fuerza. Porque tanto amor impregnado en el ambiente, tanta lucha, no podían caer en saco roto.

De camino a la salida acarició con cariño el gotelé que tanto detestaba hasta entonces y que soñaba con quitar cuando hubiesen conseguido ahorrar algo de dinero. Abrió el cajetín del cuadro eléctrico y bajó el interruptor. Se obligó a salir de allí con la cabeza erguida, secándose las lágrimas con la manga del abrigo desgastado, sin mirar atrás.

Ya en la calle una mezcla de viento e impotencia le arrasó los ojos. Cargaba en el bolso con un cansancio infinito que le agotaba las ganas de seguir. Cuanto más pesaba aquel maldito bolso más despreocupados le parecían los paseantes que caminaban a su lado, sin cargas al hombro que les blanquease el pelo y les oscureciese la mirada.

Pensó en un último intento desesperado, volver a hablar con el director de la sucursal, volver a suplicar. El cansancio le agarrotaba los músculos del alma y no le dejaba ni pensar. Las lágrimas se convirtieron en un río de rabia incontrolable. Buscó con la vista cegada un lugar en el que recuperar la calma. Tenía que recoger a los niños, no podían verla así. Se acercó a un banco y se recostó hasta tumbarse colocando el abrigo a modo de almohada. Cerró los ojos.

- Sólo un minuto. Enseguida me repongo. A veces siento que no puedo más…


Texto: Rosa Muro @pink_wall





lunes, 2 de diciembre de 2013

LA BÚSQUEDA

Fotografía: Fran Gala @erfran72



Llevaba dos vidas y casi una muerte buscándole. Infinitos latidos desacompasados, innumerables bocanadas de aire ahogadas, miles de centímetros de piel ajena explorados. De sus dos primeras vidas guardaba vagos recuerdos, anestesiada por el sinsentido, por la obsesión por no perderse una sola oportunidad, un solo olor, la más mínima señal en el semblante de un desconocido, por si fuera ÉL.

Sin embargo recordaba con increíble nitidez aquella vez en que se asomó al abismo de la muerte. La tarde templada, la brisa del mar acariciándole las pestañas, ella relajando todos sus músculos al borde del precipicio, dejándose caer hacia adelante, asomada al abismo de aquel mar embravecido. Todavía no tenía claro cuál fue la razón que le hizo dar un paso atrás en el último segundo.

Llevaba dos vidas y casi una muerte deambulando por calles teñidas de blanco y negro. Recorriendo sus rincones con la esperanza dolida de encontrarse con ÉL a la vuelta de cualquier cansada esquina. Décadas subiendo cuestas con la respiración entrecortada por el esfuerzo. Años frenando con los pies y con el corazón en las bajadas más empinadas, en un intento vano por no dejarse llevar por la inercia de la autocompasión y el olvido cuando le flaqueaban las fuerzas.

Y de pronto, el día más deslavado, el que tenía la luz más gris, aquel en que ni los pájaros cantaban, sucedió. Como ocurren las mejores cosas de la vida. Justo cuando uno no lo espera porque ha tirado la toalla y ha dejado de buscar víctima del desencanto. Fue entonces cuando ocurrió. Tal vez porque su mente se relajó, su cuerpo abandonó aquel estado permanente de alerta y las ganas decidieron que ya no podían más.

La esquina precisa, el momento adecuado. Allí estaba ÉL. En mitad de una  noche que deslumbraba a golpe de luna. Dos vidas y casi una muerte esperándole y apareció cuando había dejado de creer en posibilidades. Cuando llevaba noches dejándose adormecer por los abrazos de la incredulidad y el hastío. ÉL. Apostado en la pared, bajo una farola, silbando aquella melodía que ella había escuchado en sueños todas y cada una de las madrugadas de sus dos vidas.

Las calles, con cada nota de aquel silbido, poco a poco, recuperaron su color. La incredulidad desapareció. El hastío se perdió entre callejuelas. Y ella volvió a partir de cero. Volvieron a partir de cero. Comenzaron una nueva vida. Porque a la tercera va la vencida. 


Texto: Rosa Muro @pink_wall