lunes, 23 de diciembre de 2013

CELEBRAD LA VIDA

El equipo de La Pupila Imantada


Ya lo dice el refrán. Que es de bien nacido ser agradecido. Y los integrantes de La Pupila Imantada sólo podemos dar las GRACIAS, en mayúsculas, a todos nuestros lectores y seguidores. Gracias por animarnos en los comienzos, que siempre son inciertos. Gracias por estar ahí, semana tras semana, brindándonos la dosis de ilusión necesaria para continuar adelante con esta aventura. 

La Pupila se ha convertido en parte de nuestras vidas. Cuando tomamos una fotografía pensamos inevitablemente: -¿La guardamos para el blog? ¿Tiene una buena historia?-. Y así pasamos el tiempo, entre imágenes y letras, intentando acercaros  nuevos mundos, nuevos personajes, nuevos sueños.

Vuestro reconocimiento es el mejor regalo. Disfrutad de las fiestas, pupiler@s. Si creéis en la Navidad, hacedle los honores. Si renegáis de ella, celebrad la vida.

Nuestros mejores deseos para tod@s.


¡FELICES FIESTAS! ¡FELIZ 2014!


Nos vemos y leemos el año que viene. ¡Sed felices!


Rosa Muro (@pink_wall) y Fran Gala (@erfran72)


lunes, 16 de diciembre de 2013

LA LUCHA

Fotografía: Fran Gala @erfran72




Echó un último vistazo a su alrededor antes de salir. Los pocos muebles que había podido salvar permanecían ocultos bajo viejas sábanas para protegerlos del polvo. Las persianas cerradas apenas dejaban adivinar pequeños puntos de luz que se reflejaban en sus pupilas humedecidas. Aun así sonrió pensando que entre aquellas cuatro paredes su familia había sido feliz.

Deslizó los dedos suavemente por las muescas que su marido había tallado en el marco de la puerta del salón. Cada una de ellas correspondía a un año de vida de sus hijos. Aquella casa los había visto crecer, reír, aprender, ilusionarse. Aquellos que la habitasen a partir de entonces iban a ser dichosos a la fuerza. Porque tanto amor impregnado en el ambiente, tanta lucha, no podían caer en saco roto.

De camino a la salida acarició con cariño el gotelé que tanto detestaba hasta entonces y que soñaba con quitar cuando hubiesen conseguido ahorrar algo de dinero. Abrió el cajetín del cuadro eléctrico y bajó el interruptor. Se obligó a salir de allí con la cabeza erguida, secándose las lágrimas con la manga del abrigo desgastado, sin mirar atrás.

Ya en la calle una mezcla de viento e impotencia le arrasó los ojos. Cargaba en el bolso con un cansancio infinito que le agotaba las ganas de seguir. Cuanto más pesaba aquel maldito bolso más despreocupados le parecían los paseantes que caminaban a su lado, sin cargas al hombro que les blanquease el pelo y les oscureciese la mirada.

Pensó en un último intento desesperado, volver a hablar con el director de la sucursal, volver a suplicar. El cansancio le agarrotaba los músculos del alma y no le dejaba ni pensar. Las lágrimas se convirtieron en un río de rabia incontrolable. Buscó con la vista cegada un lugar en el que recuperar la calma. Tenía que recoger a los niños, no podían verla así. Se acercó a un banco y se recostó hasta tumbarse colocando el abrigo a modo de almohada. Cerró los ojos.

- Sólo un minuto. Enseguida me repongo. A veces siento que no puedo más…


Texto: Rosa Muro @pink_wall





lunes, 2 de diciembre de 2013

LA BÚSQUEDA

Fotografía: Fran Gala @erfran72



Llevaba dos vidas y casi una muerte buscándole. Infinitos latidos desacompasados, innumerables bocanadas de aire ahogadas, miles de centímetros de piel ajena explorados. De sus dos primeras vidas guardaba vagos recuerdos, anestesiada por el sinsentido, por la obsesión por no perderse una sola oportunidad, un solo olor, la más mínima señal en el semblante de un desconocido, por si fuera ÉL.

Sin embargo recordaba con increíble nitidez aquella vez en que se asomó al abismo de la muerte. La tarde templada, la brisa del mar acariciándole las pestañas, ella relajando todos sus músculos al borde del precipicio, dejándose caer hacia adelante, asomada al abismo de aquel mar embravecido. Todavía no tenía claro cuál fue la razón que le hizo dar un paso atrás en el último segundo.

Llevaba dos vidas y casi una muerte deambulando por calles teñidas de blanco y negro. Recorriendo sus rincones con la esperanza dolida de encontrarse con ÉL a la vuelta de cualquier cansada esquina. Décadas subiendo cuestas con la respiración entrecortada por el esfuerzo. Años frenando con los pies y con el corazón en las bajadas más empinadas, en un intento vano por no dejarse llevar por la inercia de la autocompasión y el olvido cuando le flaqueaban las fuerzas.

Y de pronto, el día más deslavado, el que tenía la luz más gris, aquel en que ni los pájaros cantaban, sucedió. Como ocurren las mejores cosas de la vida. Justo cuando uno no lo espera porque ha tirado la toalla y ha dejado de buscar víctima del desencanto. Fue entonces cuando ocurrió. Tal vez porque su mente se relajó, su cuerpo abandonó aquel estado permanente de alerta y las ganas decidieron que ya no podían más.

La esquina precisa, el momento adecuado. Allí estaba ÉL. En mitad de una  noche que deslumbraba a golpe de luna. Dos vidas y casi una muerte esperándole y apareció cuando había dejado de creer en posibilidades. Cuando llevaba noches dejándose adormecer por los abrazos de la incredulidad y el hastío. ÉL. Apostado en la pared, bajo una farola, silbando aquella melodía que ella había escuchado en sueños todas y cada una de las madrugadas de sus dos vidas.

Las calles, con cada nota de aquel silbido, poco a poco, recuperaron su color. La incredulidad desapareció. El hastío se perdió entre callejuelas. Y ella volvió a partir de cero. Volvieron a partir de cero. Comenzaron una nueva vida. Porque a la tercera va la vencida. 


Texto: Rosa Muro @pink_wall



lunes, 25 de noviembre de 2013

EL MAGO

Fotografía: Fran Gala @erfran72



-          Me he enamorado.
-          ¡No me digas! ¿Y de quién?
-          De un mago.
-          ¿Cómo un mago? Pero mago, ¿mago?
-          Mago, ¡mago!


Un mago. De los de chistera negra en la cabeza y palomas blancas en los bolsillos. De los que hacen desaparecer pensamientos oscuros conviértendolos en océanos de luz . De los que vuelven a unir lo que alguien antes deshizo, sin dejar la más mínima marca o cicatriz. De esos que con un ¡abradacadabra! te hacen abrir los ojos como platos y te dilatan las pupilas igual que cuando eras niña. Y te brillan los ojos como entonces. Y no puedes parar de sonreír.

Es experto en escapismo. Para ser exactos, se ha especializado en deshacer nudos. Su abuelo y su padre eran marineros. Todos los nudos que hacían aquellos hombres en la mar los deshacía él al llegar a casa. No importaba lo dificultosos o elaborados que pudieran llegar a ser. En las redes, en las cuerdas de amarre, en los cordones de las botas… No se le resistía ni uno solo.

Conmigo practica antes de cada espectáculo. Es capaz de soltarme un nudo del estómago sin apenas esforzarse, con dos susurros y un “te quiero”. Los de la garganta tampoco se le dan mal. Aunque éstos últimos le resulta más sencillo hacerlos que deshacerlos. Y cada noche desenreda la maraña de mi cabello a besos hasta acabar con todos los nudos que me causa el desasosiego del día a día.

Ahora se encuentra sumido en un proyecto que le obsesiona. Busca el truco de magia perfecto. Consiste en desanudarme la vida entera y desnudarme por completo, ambas cosas a la vez, en el menor tiempo posible. Creo que está a punto de conseguirlo. Pero no se lo voy a decir todavía. Practiquemos un poco más. 


Texto: Rosa Muro @pink_wall



lunes, 11 de noviembre de 2013

EL SUEÑO DEL CISNE

Fotografía: Fran Gala @erfran72


No se había planteado que aquel trabajo en el restaurante pudiera resultar tan duro. El dolor de pies le está mortificando. Se baja de la bicicleta con gesto cansado y la apoya en la pared, cerca de su ventana, para poder vigilarla bien desde el interior. Ya le ha "desaparecido" tres veces este mes, pero milagrosamente siempre vuelve a ella. Entra en casa cerrando de un golpe la puerta del sótano que tiene alquilado y se tumba, sin quitarse el uniforme, en el viejo sofá-cama. Hay un  muelle suelto en el asiento que le está destrozando la espalda pero se encuentra tan agotada que cae rendida casi al instante.

Su cuerpo se relaja y comienza el viaje. Todas las noches a la misma hora. Justo cuando la luna ya se ha lavado la cara y las estrellas le adornan el pelo. Es precisamente entonces cuando los sueños saltan desde su camastro y con pasos cortos pero firmes se pierden entre callejas de anhelos. Siempre le ha gustado soñar despierta, pero la noche tiene esa magia que hace los sueños más alcanzables. Todos los imposibles se convierten en posibilidades después de que caiga el sol.

Sueña que es bailarina. Una bailarina de las de verdad, de las de falda de tul, pelo recogido en un moño bien tirante y los dedos de los pies deformados de tanto echarle pasión a la vida. Una bailarina de las que dejan deslizar lágrimas por sus mejillas mientras gira y gira cuando muere el cisne. De esas que no consiguen sacar las manchas de sangre que la búsqueda de la perfección deja en sus zapatillas de ballet.

Sueña que además es buena en lo suyo. ¡Qué digo buena! Es realmente excepcional. El público la aplaude, enfervorizado y puesto en pie, justo antes de que caiga el telón. Y ella, de puntillas todavía al acabar la función, saluda una y otra vez, buscando ansiosa entre reverencia y reverencia la presencia cómplice de él en el patio de butacas. Y llega el mejor momento de la noche, cuando sueña que los ojos de ambos se encuentran. Es un cruce de miradas que dura sólo un instante. El instante justo para que las luces del teatro se apaguen y el público enmudezca. De pronto están ellos dos solos en medio de la multitud. 

Pero los sueños no crecen así como así. Por suerte o por desgracia se alimentan de realidad. Así que cada mañana ella despierta, se pone el uniforme y se recoge el cabello en un moño. Bien tirante, eso sí.  Pedalea hasta el restaurante mientras desgrana lo que su mente ha imaginado horas atrás y sonríe. Algún día se convertirá en cisne. Y él, extasiado desde su asiento, la verá morir bailando. Sus miradas, al fundirse en una sola, harán estallar los focos del teatro en mil pedazos. Si eso no ocurre algún día, sucederá al menos una noche más. Esa misma noche sin duda. Y todas las noches del resto de su vida. 


Texto: Rosa Muro @pink_wall

lunes, 4 de noviembre de 2013

SACARME A BAILAR

Fotografía: Fran Gala @erfran72



¿Cuánto tiempo llevas aquí, a mi lado, despeinándome las risas y acariciando mis penas? Te conozco desde que tengo uso de razón. Quizás incluso desde antes. Me has acompañado en todos y cada uno de los momentos importantes de mi vida. Tengo junto a ti un recuerdo de cada instante que ha merecido ser mantenido en un rincón privilegiado de mi memoria.

Si he llorado tú estabas ahí. Me mecías entre tus brazos con mimo, como si fuera una niña pequeña, hasta que el llanto pasaba y sentía que todo volvía a estar bien. Si he reído jamás me has fallado y te has hecho eco de mis risas. Y si me invadía la melancolía tú me tendías la mano y me obligabas a levantarme de la silla para sacarme a bailar.

Has sido la alegría de todas mis fiestas y el alivio de mis soledades. Has calmado mis arranques de ira, poco a poco, haciendo alarde de una paciencia infinita. Me has guiñado un ojo cuando el amor me rondaba. Jamás me enamoraría de alguien que a su vez no te amase como yo te quiero a ti. Has marcado el ritmo de cada beso suave, cada cálido abrazo y cada pasión encendida. Y me has secado las lágrimas con infinita ternura cuando las llamas se iban apagando y el alma se me quedaba triste y fría. Nadie como tú la sabía templar.

Sé a ciencia cierta que seguirás cogiéndome la mano en mis paseos infinitos por playas de invierno. Sé que estarás a mi lado el día que el destino decida que este viaje maravilloso que es la vida ha llegado a su fin para mí. Tú sabes que si pudiera elegir cómo despedirme ese día lo haría con una fiesta. Y tú serías protagonista de esa celebración. Porque las despedidas también se celebran si el camino ha sido dulce.

Sé que estarás siempre conmigo, que  jamás me vas a fallar. A veces incluso te me apareces en sueños. ¿Vosotros no soñáis con la música? Yo sí. Y el día que no lo haga prefiero no despertar. 


Texto: Rosa Muro @pink_wall

lunes, 28 de octubre de 2013

HAY PERSONAS...

Fotografía: Fran Gala @erfran72




Hay personas que irradian luz. Te envuelven con ella, te arropan, te aclaran las sombras. Irradian tanta luz que a veces incluso se transforma en calor que te calienta cuando se te enfría el corazón. O los pies. 

Hay personas que son lecciones de vida. Que han batallado contra molinos, gigantes y dragones de tres cabezas y no se han dejado vencer. Todo ello sin armadura, a pecho descubierto. Que atesoran cicatrices que dan ganas de acariciar. Pero la lucha les ha hecho aún más fuertes.

Hay personas que con un abrazo hacen magia porque consiguen parar el tiempo y hacerte volar. Chasquean los dedos y desaparecen los miedos, la oscuridad se hace día  y los monstruos no se atreven a salir de debajo de la cama.

Hay personas que con una mirada te hacen sentir especial. Te zambulles en sus ojos, que te arrastran y te hacen viajar a lugares increíbles que todavía no existen. Y entiendes de pronto que acabarán existiendo.

Hay personas que con un beso te quitan la venda que tú mismo te habías impuesto. Como hacen con los caballos cuando les tapan los ojos. ¿Tal vez para que no miren atrás? Estas personas te desanudan la venda con delicadeza, la doblan con cariño, se la guardan en el bolsillo trasero del pantalón. Y se aseguran de que a partir de ese momento no te pierdas ni un detalle de la vida. 

Es difícil encontrarlas. Tal vez casi imposible. Pero hay quien comenta que, muy de vez en cuando, y con un poco de suerte, puedas encontrar a todas esas personas a la vez. En una sola. Yo les creo.


Texto: Rosa Muro @pink_wall



lunes, 21 de octubre de 2013

ATADA A TI

Fotografía: Fran Gala @erfran72


Me pesan las piernas como si se hubieran convertido en plomo. Los brazos me hormiguean, me zumban los oídos y se me duermen las manos. El corazón no es corazón, es un martillo percutor. Puedo escuchar los latidos que me gritan desaforados. Se me va a salir del pecho. ¿Los corazones explotan? Me va a estallar aquí, en mitad de la calle, a la vista de desconocidos que me mirarán entre atónitos y horrorizados. Esto que siento no es miedo. Es terror. Con todas las letras. De ese que te hace pensar que no vas a salir de ésta, que ha llegado tu  momento, que  no lo vas a contar. Del que he sentido tantas veces.

He perdido la cuenta de los años que llevo atada a ti. Hay cuentas que dan saldo negativo incluso antes de empezar. Ésta nuestra sólo ha restado desde el primer día. Me ha restado juventud, ilusiones y proyectos. Me ha quitado las ganas de avanzar. Me limito a sobrevivir dando palos de ciego. Pero es horrible, porque veo. Mantengo los ojos abiertos de par en par día y noche. Una alerta permanente.  

Ya no duermo. No sé dormir. Se me ha olvidado cómo se hace y qué se siente cuando uno se levanta tras un sueño reparador. Soñar.. ¡Ay, soñar! Ni siquiera tengo sueños. Recuerdo que los tenía. Pero eso era al principio, cuando tú aún no te mostrabas tal y como eres en realidad. En mi duermevela sólo tengo pesadillas. No. Miento. Hace unos meses soñé. Fue un sueño maravilloso. Mi pequeño había nacido y lo acunaba en el porche, al arrullo de una noche templada de otoño. Había luciérnagas en el jardín. Mi pequeño. De haber nacido no habría sido tuyo. Jamás.

Maldita la hora en que apareciste en mi vida. Maldito este puente en el que me dejé atar a ti. Aquel gesto romántico: - “Escribe la fecha en el candado, cariño, que no se nos olvide nunca”-. ¿Olvidarlo? No existe preso en el mundo que olvide el día de su encierro. Recuerdo incluso el olor a óxido de otros candados ya antiguos y estropeados. Quiero pensar que esconderán historias felices. Sin golpes, sin miedo, sin condenas.

Se me paralizan las piernas. Avanzo tambaleante. Creerán que estoy bebida, o drogada, o yo que sé. Me agarro a la barandilla e intento respirar con calma. Y pienso que yo puedo, que yo debo, que ha llegado la hora. Consigo alcanzar la mitad del puente. Hay menos candados que la última vez. Busco el nuestro. Es el que más brilla y casi me dan ganas de echarme a reír. Busco en el bolso, saco una llave minúscula y lo abro. Lo arrojo al agua con furia, con la rabia que llevo años guardándome dentro. Observo cómo las aguas negras del río se lo tragan. Y me dejan de temblar las piernas. Y el corazón se me calma. Ya no siento martilleos. Sólo pequeñas patadas en el vientre que me hacen sonreír. Somos libres.


Texto: Rosa Muro @pink_wall


martes, 15 de octubre de 2013

ANDENES Y TESTIGOS

Fotografía: Fran Gala @erfran72




Qué caprichoso es el tiempo, que se clava con ahínco, te atraviesa las costillas y se hace eterno cuando esperas. Y cómo se volatiliza,  a la velocidad de mil rayos, tan fugaces que apenas se alcanzan a ver, cuando quisieras pararlo más que otra cosa en el mundo.

Qué largo cuando te aguardo, ansioso tras los cristales, sabiendo que tu tren ya llega, aunque sólo queden minutos para tenerte conmigo y aún así a mí se me hacen siglos.

Cómo se escapa en cada beso, en cada abrazo enterrado entre los rizos de tu pelo, en cada adiós testigo de andenes, mientras siento la impotencia de no poder congelar ese instante, que ojalá fuera infinito.

Qué caprichoso es el tiempo, que poco a poco, a su paso, me ha convertido en quien soy. Que ha forjado mi carácter, me ha obligado a madurar y me ha enseñado a quererte. Porque a querer como es debido es el tiempo quien te enseña.

Caprichoso y obstinado. Pero sobre todo justo. Es él quien da y quien quita. El que concede deseos aunque no se hayan pedido. El que otorga las razones y pone a cada cual en su sitio. El que señala con el dedo a culpables, absuelve a inocentes y protege a desvalidos. El que desentierra verdades y vergüenzas, descubre secretos y aclara mentiras a gritos.

Qué caprichoso es el tiempo. Pero a la vez qué certero. Es el tiempo quien sentencia en cada juicio de vida. Él nos dirá si esto nuestro avanza sobre las vías. Si te seguiré esperando ansioso tras los cristales. Si este andén sonreirá al seguir siendo testigo de nuestras no despedidas. 



Texto: Rosa Muro @pink_wall

lunes, 7 de octubre de 2013

SOMOS ÁNGELES CAÍDOS

Fotografía: Fran Gala @erfran72



Nunca ha creído en esas cosas. No es amiga de supercherías. Pero la curiosidad le quema. Y los ojos de la gitana le inspiran confianza férrea aunque no sabe muy bien por qué. Se decide a acercarse hasta la mesita de camping en la que tiene colocados todos sus enseres sobre una tela oscura estampada con soles y lunas. Está descolorida y tiene los ribetes descosidos por las esquinas. Huele a incienso y a romero.

La mujer le hace una seña con la cabeza para que se siente en la barquilla desgastada que hace las veces de taburete. Con gesto seco le pide que acerque su mano hacia ella.
Extiende la palma hacia arriba sobre la mesa y se queda muy quieta. Se miran fijamente, ella no se atreve ni a pestañear. No quiere que las sombras caprichosas que surgen del pequeño candil, única iluminación de la que disponen, la distraiga.

Tú has sufrido mucho, “mihija”. Me lo dice la línea de la vida. Has sufrido por familia, por dinero y por los hombres. Pero sobre todo has sufrido por desobediencia y rebeldía. Tú tienes cara de ángel, eres buena de nacimiento. Los demás te dicen que tus actos de bondad te guiarán hasta el Cielo. Pero tú no quieres cielos, ¿verdad? Tú lo que ansías es sentir la tierra y que la tierra te sienta a ti. Y para conseguirlo te has rebelado contra los mandatos que te dicta el destino. Te has negado a seguir sus directrices.

Reivindicas tu derecho a decidir por ti misma si abres una puerta o cierras una ventana. No quieres dejar nada al azar. El azar te cae mal. Porque el azar es el muro tras el que se escudan los cobardes. Y no quieres ser cobarde. Buena, pase. Cobarde, nunca. Y por eso tanto sufrimiento.

Aquellos que se dejan llevar no padecen, el destino decide por ellos. Tú, sin embargo, llevas el dolor marcado a fuego en el alma. Por negarte a dejarte arrastrar por la corriente de la vida. Por nadar con todas tus fuerzas hacia donde nace el río.

Tú tienes cara de ángel, “mihija”. Pero tú no eres un ángel. Tú eres un ángel caído. Y ahora que ya sabes esto, deja de sufrir. Porque lo que te ocurre es bueno, pese a lo que los demás puedan creer. No les escuches. Tú forjarás tu propio destino, te reirás del azar y marcarás tu camino.


Somos ángeles caídos.


Texto: Rosa Muro @pink_wall

lunes, 30 de septiembre de 2013

EL ARCHIVO DE LAS MARAVILLAS

Fotografía: Fran Gala erfran72




Me enrosco sobre mí misma buscando la mejor postura. Me giro hacia un lado, doy vuelta hacia el otro y no paro hasta que las ganas de devorar me susurran: -Ahí, justo ahí, no te muevas.- Y es entonces cuando sé que estoy dispuesta. Y me sumerjo. Buceo entre palabras desordenadas con olor a tinta antigua. Me dejo llevar por las corrientes subterráneas del subconsciente sin oponer resistencia.

A veces me como las letras a bocanadas, como un pez ávido de oxígeno. Me las trago con avidez. En otras ocasiones las saboreo con deleite, lentamente, sin prisa. Depende de cada historia. 

Disfrutar de la incertidumbre. De los giros brutales. De los argumentos soñados y los personajes imposibles. Pensar de repente: -¡Esto ya lo he vivido!-. Gritar mentalmente: -¡¡¡Esto lo que quiero vivir!!!-

Me abandono en los brazos de cada trama, voy tirando poquito a poco de cada hilo. Y deshago la madeja muy despacio, recreándome en los detalles y las descripciones. Imagino olores intensos, sutiles, embriagadores. Anticipo finales felices. Experimento sensaciones que anoto mentalmente para no olvidarlas nunca. Las guardo como un tesoro en mi archivo de las maravillas.

Cambio de postura, se me ha dormido un brazo. Aunque creo que no está dormido, simplemente se ha embebido de la historia y ha perdido sensibilidad, porque está toda concentrada entre las páginas. Esas páginas que cuando son vírgenes desprenden un aroma tan especial.

Vuelo sin tener alas, sueño con las pupilas dilatadas y  amo sin mesura. Me deshago en llanto incontrolable. A veces incluso lloro de risa. Sonrío como una tonta, aprendo lecciones de vida. Y sobre todo siento placer. Disfruto y me recreo al saber que no va a  terminar nunca. Porque cuando acabe un libro, otro me estará esperando. Me mirará con los ojos ardientes, expectante, igual que yo a él, suplicando que lo tome entre mis manos y me zambulla en su interior.

Placer. Placer infinito.


Texto: Rosa Muro pink_wall




lunes, 23 de septiembre de 2013

LAS CALLES MUERTAS

 
Fotografía: Fran Gala @erfran72




Al salir de la iglesia el día le cegó. Siempre le ocurría igual cada vez que volvía al pueblo. Se sentía envuelto por una luz diferente, más intensa, más blanca. Tal vez se debiera a que las fachadas que el Ayuntamiento obligaba a blanquear cada temporada actuaban de espejo y todos los rayos apuntaban inexplicablemente hacia él. Siempre. Se despidió de los asistentes con un ligero movimiento de cabeza. No había sido un funeral multitudinario, pero tampoco esperaba mucho más. Su padre nunca tuvo buen carácter ni ganas de hacer amigos. Ni en casa ni fuera de ella.

Se dirigió con paso lento hacia el único bar del pueblo. Siempre que pensaba en su progenitor lo recordaba en la terraza de aquel bar. Volvía del campo, se cambiaba las botas manchadas de tierra por unas zapatillas de esparto, se lavaba las manos y sin decir palabra se dirigía hacia allí. Pedía una cerveza, liaba un cigarrillo, lo encendía y lo dejaba consumir entre los dedos mientras veía a los paisanos desfilar delante de él. Todo ello sin mediar palabra. Siempre solo.

El local estaba cerrado. Se sentó en una silla desvencijada que había junto a la puerta y se encendió un cigarro. No tenía cerveza que acercarse a los labios pero aun así fijó la mirada al frente. Exactamente igual que solía hacer él. Pero ahora ya no había nadie a quien observar. El pueblo estaba desierto. Las fachadas seguían encaladas pero los socavones de la calle continuaban sin arreglar. La barandilla de la terraza necesitaba una mano de pintura. Hasta los tiestos que adornaban la acera habían dejado morir a sus propias plantas.

No había sentido pena durante el proceso de la enfermedad. Ni siquiera en el sepelio. No le habían emocionado las palabras del párroco, ni los pésames, ni siquiera el lúgrube sonido del órgano de la iglesia. Nada. Se sentía hueco por dentro. Pero de pronto la nostalgia se apoderó de él. Se le anudó a la garganta, le trepó por la nuca y se le aferró a los ojos. Se le mezcló con la luz que irradiaban aquellas malditas fachadas. Y rompió a llorar.   

Lloró por aquel hombre huraño y solitario. Por una infancia triste en blanco y negro. Lloró por los gestos de cariño que se perdieron en el camino. Y por aquel pueblo ahora muerto. Muerto como su padre. Lloró porque a pesar de lo que él le había reprochado mil veces, los hombres sí lloran. Y las lágrimas no cesaron de brotar hasta que el cigarrillo se le consumió entre los dedos. No paró hasta que a aquellas macetas les volvieron a brotar flores. Porque ya no había nadie a quien mirar pasar. 


Texto: Rosa Muro @pink_wall



lunes, 16 de septiembre de 2013

LA DANZA DE LA LLUVIA


Fotografía: Fran Gala @erfran72


Creímos ser almas gemelas durante un instante. Nos buscamos con los ojos cerrados y la ilusión abierta de par en par. Y mientras tanto, la incertidumbre se nos paseaba por las espaldas.

Arriesgamos nuestro confort emocional y lo expusimos de forma desgarradoramente consciente a las espinas. Y nos pinchamos, y sangramos, y nos curamos las heridas a base de noches de alcohol e insomnio al imaginar al otro aún despierto en la distancia.

En vez de soltarnos el pelo desatamos las querencias, partimos nuestro centro en dos para tener algo que ofrecernos y nos intercambiamos los pedazos para volver a sentirnos de nuevo completos y recompuestos.

Bailamos descalzos bajo la tormenta, quedando a merced de los relámpagos, de la oscuridad, del viento, aun sabiendo casi a ciencia cierta que no había futuro para aquella danza de la lluvia. Cuando amainó caminamos en silencio, uno al lado del otro, sin cogernos de la mano, bajo un cielo plomizo cansado de teñirse una y otra vez sobre las aguas.

Y a pesar de todo dijimos que sí. Corrimos el riesgo. Porque decir no habría sido peor que arriesgar. Decir no habría supuesto quedarse encadenado a la duda de por vida. Y no nos arrepentimos jamás. Ni lo haremos. Fue el mismo viento el que nos secó las ropas y las esperanzas y nos devolvió el calor perdido. Porque no intentarlo hubiera sido resignarse. Y resignarse es dejarse morir en vida.

Para dejarse morir siempre hay tiempo. Eso sí, tarde, muy tarde, cuando ya no queden fuerzas que agotar, ni riesgos que correr, ni lluvia bajo la que bailar. 


Texto: Rosa Muro @pink_wall



Nota: Si habéis llegado hasta aquí quiere decir que hemos superado el período estival y os tenemos de vuelta, cuestión que nos llena de alegría y nos anima a seguir adelante con la misma ilusión que antes del verano. Gracias por seguir confiando en nosotros. Sigamos manteniendo, entre todos, las pupilas bien abiertas. ¡Bienvenidos de vuelta!

lunes, 22 de julio de 2013

EL FARO ESCONDIDO

Fotografía: Fran Gala @erfran72




Bajó del coche y una oleada de sal le impregnó hasta lo más hondo. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas. El viento le pegaba el cabello a la piel a latigazos. Bajó la empinada cuesta luchando contra aquellas ráfagas que soplaban a su favor y le obligaban a ir frenando con los pies para no caer. 

Consiguió llegar hasta la arena a trompicones, casi a ciegas. Al instante de pisar la playa, el viento, incomprensiblemente, cesó. Y se hizo el silencio más atronador que jamás ella había escuchado. Ya no había ruido. Sólo sal. La sal de sus ojos, la del mar, la que él dejo en sus labios. 

Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y levantó la mirada al frente. Tras las dunas, casi escondido, se alzaba el faro. Aquel faro modesto, casi tímido, que le enamoró la primera vez que descubrió aquel lugar. 

Decidió atravesar las montañas de arena para llegar hasta él. Tal vez si esperaba a que la noche cayera, su luz podría indicarle el camino.


Texto: Rosa Muro @pink_wall



Nota: Queridos pupileros, nos tomamos unas semanas de descanso estival bloguero. Gracias a todos por estar ahí y animarnos a seguir. Continuad dejando volar la imaginación y mantened las pupilas bien abiertas para no perderos ni un detalle y contárnoslo cuando volvamos. ¡Nos vemos y leemos en nada!


Rosa y Fran.

lunes, 15 de julio de 2013

CUERPO DE AZAHAR

Fotografía: Fran Gala @erfran72


El sol se dejaba caer lánguidamente sobre aquella ciudad mágica y daba paso a un claroscuro que dibujaba sombras caprichosas en cada rincón escondido. En el patio,  una brisa suave engañaba a los sentidos, de tal manera que parecía que el murmullo del agua susurrase palabras aún no inventadas.

Tras el quicio de una  puerta entornada esperaba ella. Iba descalza. Sólo la cubría una túnica de seda del mismo verde de sus ojos. Le llegaba hasta los pies. Llevaba el cabello suelto, peinado en ondas oscuras, que le abrigaban los hombros y acariciaban su espalda. Permanecía algo encogida, casi agazapada, conteniendo la respiración.

Con los ojos muy abiertos miraba ansiosa hacia el cielo que empezaba a estrellarse. Se preguntaba con inquietud por qué no veía la  luna. Sin luna por testigo no se atrevía a salir de su rincón. De pronto se abrió el cielo y allí apareció, redonda, radiante, plena. Igual que se sentía ella.

Aquella luz blanca y plata le aceleró el pulso, le encendió las mejillas y un cosquilleo le recorrió de forma ascendente desde las plantas de los pies descalzos hasta las caderas. Ya se encontraba dispuesta.

Se irguió, tomó aire profundamente y quedó empapada del perfume de azahar. Avanzó unos metros hacia el centro del patio y dejó que, durante unos segundos, la magia de la noche la bañase por entero. Poco después escuchó unos pasos de sobra conocidos. Sonrió, se despojó de la túnica y se acercó hasta la fuente a esperar.


Texto: Rosa Muro @pink_wall 

lunes, 8 de julio de 2013

IRME CONTIGO

Fotografía: Fran Gala @erfran72


Que los días me parecen siglos y las noches mil condenas. Que me acerco hasta aquí en cada tormenta, con la esperanza desgarrada de que me parta un rayo. 

Que ya no tengo ni espejos por no ver el reflejo del aliento que dejaste en mi mirada. Que he hecho jirones todos mis vestidos porque prefiero ir desnuda a vestirme si no es para ti. Que la música no suena desde que no abres el baile conmigo. 

Que ahora te tengo a mis pies, donde tantas veces soñé que estarías, y ya no me sirve de nada. Que mi corazón dejó de latir con tu último suspiro. 

Que me declaro incrédula de tus palabras. Que me juraste amor eterno y no has cumplido. Que te odio con una furia que me brota desde lo más profundo de las entrañas. 

Que no fuiste capaz de preguntar si quería irme contigo......



Texto: Rosa Muro @pink_wall
    



 


lunes, 1 de julio de 2013

EL MONJE

Fotografía cortesía de Bienvenida Gala: https://twitter.com/Bienveg




Era una mañana de primavera, de esas que aún no calientan y te dejan el cuerpo frío. Me habían citado a las 10 en punto con una nota misteriosa, escrita a mano, que alguien dejó en el parabrisas de mi viejo Renault aparcado en la puerta del periódico. “El monje te alumbrará el camino”, decía. -¡Hay que joderse!- pensé, mientras permanecía atento a la puerta del monasterio y me subía los cuellos de la chaqueta.

En ese preciso instante el sonido de goznes antiguos me alertó de movimiento en el portón. Un nervioso hermano salió precipitadamente, mirando con inquietud en todas las direcciones. Empecé a seguirle a través de oscuras y laberínticas calles de olor nauseabundo. En un momento determinado paró en seco frente a una cerería. Golpéo con los nudillos tres veces y desapareció en el interior sin que pudiese alcanzarle.

No había ni un mal gato en esa calle. Parecía muerta. Me acerqué sigilosamente hasta el local y atisbé a través del cristal de la puerta. Estaba tan sucio que sólo se adivinaban sombras. No lo pensé. Toqué la puerta tres veces, como había visto hacer al monje.

De repente, sin tener tiempo a reaccionar, todo pasó muy deprisa. El sonido de amartillar un arma, un fogonazo y sentirme caer hacia atrás mientras escuchaba a una voz grave, casi de ultratumba, decir: “DIOS ES LA LUZ”.  



Autores del texto: Fran Gala y Rosa Muro

martes, 25 de junio de 2013

UN VESTIDO DE CEREZAS



¿Recuerdas aquel verano? Tú apenas tenías catorce y yo tan sólo un par de años más. La primera vez que te vi aparcabas una bicicleta destartalada junto a la vieja librería del pueblo. Llevabas el pelo recogido en un moño sujeto con un lápiz y aquel vestido corto estampado de cerezas. Tu falda bailaba al son del viento y te faltaban manos para hacerla entrar en razón. Yo te observaba desde la otra acera, fascinado con cada uno de tus movimientos, preguntándome si eras real. Más tarde me confesaste que aquel día tú también te habías fijado en mí.

Los amores de verano son estupendos y el nuestro no fue la excepción. Reíamos por tonterías, compartíamos secretos y nos besábamos hasta que se nos dormían los labios. Me contaste que sentías una atracción por los molinos de viento que rozaba la obsesión y que te morías un poquito si te alejabas demasiado del mar. Decidí crear para nosotros el lugar ideal. No necesité mas que un par de cuerdas resistentes y un tablón. Lo demás ya estaba allí esperando a que lo hiciéramos nuestro.

Fue allí donde pasábamos las horas y es allí a donde acudo a refugiarme cuando me invade la nostalgia o busco algo de paz. Me siento en el columpio que fabriqué para ti, ahora envejecido por el paso del tiempo y el salitre, cierro los ojos y escucho la sinfonía que componen las aspas de los molinos, el romper de las olas y el recuerdo de tu risa. Es como si regresarais tu vestido de cerezas y tú. Y vuelvo a tener dieciséis. Y me hormiguean los labios.
 


lunes, 17 de junio de 2013

LA TORRE Y EL CABALLERO






Aquel caballero vestía con desaliño. Su barba descuidada y unas manos de extraordinario tamaño le conferían aspecto de hombre rudo. Pero bajo esa apariencia escondía un corazón tendente a la ternura. Sabía que no podía permitirse el lujo de revelar semejante debilidad a sus enemigos, siempre al acecho, atentos a un paso en falso que él pudiera dar, ávidos de venganza y anhelantes de poder. 

Por eso portaba una coraza que mandó hacer a medida al herrero de la aldea. No era una coraza cualquiera. Estaba fabricada con los materiales más resistentes del Reino. Él mismo se encargó de salir a buscarlos. No se fiaba de nadie más. Recorrió minas recónditas y parajes abruptos. Eran lugares en los que ningún otro súbdito se atrevía a adentrarse. 

Cuando regresó con su botín, el herrero, al ver todo aquello, preguntó: 

- Pero, ¿qué necesidad hay, señor, de que porte una armadura de tamaña envergadura? ¿Acaso teme a las lanzas, las flechas y las espadas de aquellos que le desean el mal?

A lo que el caballero respondió: 

- Mi único temor, el que me roba las noches y me atenaza los días no está en la aldea. Mi mayor miedo se encuentra ahí arriba.- Señaló hacia la torre que, en lo alto de una loma, se erigía majestuosa sobre el pueblo. 

– Ella. Esa extraña doncella. Vive enclaustrada en la torre y me tiene fascinado. Nadie la ha visto nunca, pero dicen que una mirada suya enloquecería al hombre más cuerdo. Me robará el corazón y no puedo permitirlo.

El herrero le dio un par de palmadas secas en la espalda y con voz risueña le respondió: 

- Ya no tiene sentido temer, señor, porque su batalla está perdida. Ninguna coraza, por invencible que parezca, le podrá proteger del embrujo de una dama.

lunes, 10 de junio de 2013

MIS AGUAS DORMIDAS





Soñar que soy manantial. Desear hasta el delirio, desde mis aguas dormidas, que te acerques a mi orilla y las despiertes. Dejar correr mi torrente por debajo de tus ojos cuando te asomes a mí y sentir que rozas mis márgenes con tu pelo. Y cuando te hayas asomado, hacer que pare la corriente. Que tu mirada encendida transforme mi fluir sereno en borbotones. Entrecortar mi respiración de riachuelo, hasta entonces sosegado, al sentir el calor de tu mano, que se acerca como si fuera a tocarme, pero que decide pararse a mitad de intención. Aventurarme a ser yo quien te salpique primero. Concentrar todo mi  mundo en sentir que me acaricias, que resbalo entre tus dedos y que me dejo caer con desidia en el abismo de tu piel. Que te inclines aún más hacia mí y permitir que tu mirada se adentre en mis profundidades, que ahora ya son más oscuras. Gozar de cada segundo de esa incursión hasta que llegues a tocar fondo. Y que mis aguas acaben estallando de placer y que tú estalles con ellas. Soñar que soy manantial. Despertar y comprobar que mi cauce ahora está seco porque me has bebido entero.  

lunes, 3 de junio de 2013

LA ESPERA



Sentía que el mundo se había parado en aquella esquina. Echó otro vistazo al reloj y comprobó que las manecillas seguían girando. Las cuatro horas que llevaba allí le estaban lacerando el alma. Doscientos cuarenta minutos de tortura interminable. No quería hacer la cuenta de aquellos segundos que le ardían por dentro. Alguien dijo una vez que la espera desespera. A él  le estaba haciendo perder la cabeza. El corazón le latía desbocado, le sudaban las manos y las sienes le martilleaban hasta el punto de creer que le fueran a estallar en mil pedazos. Qué mas daba ya, si hacía mil vidas que su pensamiento ya no le pertenecía a él, que sólo existía por y para ella. La recordaba la noche anterior, sentada en el suelo del baño de aquel hotel, con las piernas cruzadas, la espalda apoyada en la bañera y esa camiseta gris desgastada que le quedaba grande, observándole divertida mientras él se afeitaba e inundando con su risa la habitación. Pero había una imagen que le quemaba aún más. Cómo se incorporó despacio, se acercó a él por detrás, le rozó el cuello con los labios y le susurró al oído con dulzura: "Mañana tú y yo nos iremos lejos". Pero mañana era hoy y él continuaba esperando.